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La Galerna

·13 January 2025

De la ilusión a la debacle

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Anoche me llamó Javi, como casi todos los días, como cada vez que juega el Madrid. Ya saben que su enfermedad le impide escribir y yo lo hago en su lugar, así que me llama para ponerme al día, darme las estadísticas más relevantes y comentar el partido. Anoche llamó un amigo desolado a otro amigo desolado para rumiar la desolación. El cabreo entre los dos era y es monumental. No se puede repetir el desastre del Bernabéu, no se puede. Ni Arabia, ni viajes, ni calendarios ni nada. Lo de anoche fue una humillación sin precedentes, un partido que empezó con el espejismo del gol de Mbappé, que ya es nuestro Mbappé, pero que poco rato después se tornó en pesadilla en forma de goles del Código Penal andante, con fallos defensivos que no vi ni en el partido de infantiles de la mañana de mi sobrino, con un equipo partido ya no en dos, sino en tres, sin volver a defender, sin presionar la salida del balón del contrario, sin dar tres pases seguidos y con una espesura en ataque que parecía una mayonesa con exceso de aceite. Un desastre total, una debacle sin paliativos y, lo peor, una verdadera vergüenza.

Lo de anoche fue Un desastre total, una debacle sin paliativos y, lo peor, una verdadera vergüenza

Y es una vergüenza porque jugábamos contra el Código Penal andante del fútbol español, porque somos el bien y ellos el mal, el mal con mayúsculas y, como en toda historia que se precie, el bien debe prevalecer sobre el mal y hundirle en la más absoluta de las miserias. El Código Penal andante, que ha utilizado todas sus artimañas extradeportivas para poder inscribir a Dani Olmo (y que, en un alarde de desfachatez, y chulería con 2-5 en el marcador, Flick tuvo la ocurrencia de sacarle al campo para reírse de todos nosotros), se presentó en Arabia para culminar su trampa. Y nosotros, en vez de luchar hasta la extenuación para derrotarles, para decirles que esto no es así, para demostrar al mundo que los malos no ganan, nos quedamos mirando la pelota y cómo corrían esos condenados para abrirles la portería de par en par y permitirles hacernos una goleada histórica, por recurrente, que tardará mucho tiempo en salir de la meninge blanca.


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El cabreo que tenemos mi amigo y yo y, por ende, el resto de madridistas, es monumental. El equipo no se merece sino una buena pitada cuando entre en el campo el jueves a jugarse los octavos de final de la Copa de España contra el Celta, para que se curtan y sepan que con el orgullo madridista no se juega, que si hay que manchar la camiseta de sangre, se mancha, porque la gloria, amigos míos, la gloria se trabaja, no viene caída del cielo. Y el Real Madrid es la gloria personificada, el Real Madrid es la grandeza de los más grandes y, para llegar hasta ahí, muchos jugadores, casi novecientos, se han dejado la piel partido tras partido y entrenamiento tras entrenamiento dando gracias al cielo por poder vestir esa camiseta. Así que el Bernabéu debe responder a esta ofensa repetida como ha hecho siempre, demostrando su enfado y mandando el mensaje de que ya no valen excusas, que no se pasa una más de este calibre.

El Bernabéu debe responder a esta ofensa repetida como ha hecho siempre, demostrando su enfado y mandando el mensaje de que ya no valen excusas, que no se pasa una más de este calibre

Pienso en los madridistas que hoy entran en el bar de confianza a tomar café, en los que van a la oficina a ver la carita sonriente de ese compañero culé o atlético que les está esperando con la mano abierta, en esos niños de ojos abiertos como platos que sueñan con ser Vinícius, Mbappé o Bellingham y que hoy tienen que entrar en el cole con la cabeza más gacha de lo habitual, sabiendo que les van a caer más palos que a una estera por parte de esos compañeros que, por esporádico, esperan con ansiedad el momento de devolverles las veces (las más) que, altaneros, han entrado en clase con la camiseta del Madrid puesta con orgullo. Me acuerdo de ellos como me acuerdo de los madridistas que se han desplazado al sindiós de Arabia, que ahora tienen que rumiar un vuelo de muchas horas que, posiblemente, han perdido días de vacaciones y mucho dinero para ver a su Madrid vencer al mal, claro que me acuerdo de ellos, y mucho.

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Amigos lectores galernautas, ustedes saben perfectamente que ni mi amigo Javi ni yo somos vinagres sociológicos universales, es más, somos beligerantes con el vinagrismo y no lo entendemos sino como un signo de debilidad con los colores de nuestro corazón, por eso no voy a pedir la cabeza de nadie. Todos, desde la directiva, el cuerpo técnico y los jugadores ganan los partidos y los títulos y, por ende, todos ellos perdieron ayer estrepitosamente. Es muy injusto pedir la cabeza del entrenador cuando los jugadores no dieron una a derechas, es más injusto pedir la cabeza del presidente cuando el entrenador no puso a los que estaban física y anímicamente mejor y los jugadores, eso, que no dieron una a derechas. Es muy injusto y yo no lo voy a hacer. Pero lo que sí que voy a hacer es exigir, que no pedir, que se tomen las medidas necesarias para que esto no se vuelva a repetir, para que la temporada termine de forma exitosa y para que, lo más pronto posible, se devuelva al madridismo el orgullo de serlo y se corrija el oprobio en el próximo enfrentamiento con el Código Penal andante, porque no son mejores, tienen peor plantilla y representan lo peor del deporte, por esas razones urge la reparación de la humillación sufrida en Yeda, urge la conjuración de verdad de una goleada en el estadio donde quiera que jueguen otra vez, urge, por el honor de la verdad, por el honor del bien y por el honor de los millones de personas que confían en la destrucción del mal. Por el honor del madridismo.

Lo que sí que voy a hacer es exigir, que no pedir, que se tomen las medidas necesarias para que esto no se vuelva a repetir

El partido en sí sólo trajo como dato relevante que Camavinga entró en el top 100 de jugadores con más partidos oficiales disputados en el Real Madrid, al cumplir sus 161 encuentros. Nada más que añadir a una estadística que, estoy seguro porque le conozco, Javi ha actualizado con mucho dolor y mucho sufrimiento, con desazón pero con la profesionalidad que le caracteriza y que ha hecho que su nombre se escriba con letras de oro en el madridismo militante. Por eso también, voy a decir algo que puede que chirríe después de lo que han leído. Real Madrid, si en las buenas te quiero, en las malas, te amo. Ahora es el momento de apoyar al equipo, con una buena regañina, sí, como los buenos padres apoyan a sus hijos cuando meten la pata, con contundencia, pero demostrándoles el infinito cariño que les profesan.

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Tampoco me parece bien el linchamiento público al entrenador, al presidente o a cualquiera de los jugadores por lo de ayer. El vinagrismo y el antimadridismo vestido de blanco se ensañó en las redes sociales de una forma bestial, rayando la crueldad como si lo estuvieran esperando para soltar toda su bilis y su porquería. Así no. ¿Enfadados? Mucho, ¿desolados? También mucho, ¿decepcionados? También, ¿impotentes? Por supuesto, pero de ahí a insultar, vilipendiar y dar lecciones de entrenamientos, tácticas, técnicas, alineaciones, marcajes y demás fundamentos del fútbol, a toro pasado, que es más fácil, poniendo de vuelta y media al entrenador o a este o aquel jugador, personalizando, vaya, me parece infame. Así no, repito, así no. Un padre no corrige a su hijo delante de sus compañeros cuando se porta mal, le corrige en casa, en privado, sin testigos, no le cuelga de la Cruz del royo de un pueblo castellano cual hereje juzgado por la Inquisición. Lo hace en casa, en la intimidad del hogar. Pues eso, aprendan, por favor, que bastante tenemos con los antimadridistas, como para darles pábulo nosotros mismos.

Les dejo con el cabreo encima, pero no sin antes repetir la frase de mi amigo de todos sus artículos. Ser del Real Madrid (y en estos momentos, más) es lo mejor que una persona puede ser en esta vida. ¡Hala Madrid!

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