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La Galerna

·4 April 2025

Llanto y victoria

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El Real Madrid es una organización cuya misión consiste en hacer sufrir a propios y extraños por igual, según parece. La gran mayoría de las ocasiones la diosa de la victoria lo bendice; pero que nadie se equivoque, esto no bastará para saciar los apetitos de sus seguidores, empecinados siempre en deseñar lo bueno debido a su irracional deseo de lo perfecto.

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La última semana nos ha traído un episodio más de lloros paradójicos –como les llamo yo–, y que consisten en cosechar una victoria que no vendrá acompañada de la natural algarabía que se le supone a conseguir el más elevado objetivo del deporte, que es ganar. Primero ante el Leganés en liga y después frente a la Real Sociedad en copa, el Real Madrid ha obtenido nuevamente sus objetivos. Los malquerientes de toda la vida ladran y se desgarran las vestiduras, como resulta obvio, pero no solo ellos. Además una gran parte de la parroquia blanca, supongo yo que inoculados por la virulencia del relato mediático, dicen aquello del: “Sí, ganamos pero…”.


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Luego repiten, creyendo que es producto de su propia inventiva, los tres o cuatros lugares comunes de siempre que los “periodistas” deportivos escupen una y otra vez en concordancia con el decálogo goebbeliano. Son alienados, pues, a quienes les han robado la posibilidad de disfrutar con las venturas y desventuras del club deportivo más grande que jamás haya existido en este planeta. Hablan de “autocrítica” a la menor provocación, pero no se aplican a ellos mismos el cuento. Exigen que Ancelotti cambie de parecer, pero ellos no están dispuestos a hacerlo: haga lo que haga el italiano van a darle palos porque sus ataques no son un ejercicio de la crítica, hija esta de la razón, sino de la simple inquina, que es reactiva y visceral. La crítica es fundamental en la interpretación de los escenarios de la vida, pero debe ser analítica y, sobre todo, debe buscar encontrar soluciones en medio de una crisis. Ejercer la crítica debe ser ante todo un acto sereno. ¿Alguien confiaría en un general que da gritos y es incapaz de controlar sus emociones? Pobrecitos míos, Dios les ha dado el privilegio de acogerlos bajo su manto inmaculado, pero ellos insisten en revolcarse en los fangos de lo cotidiano. Tales son las trágicas dimensiones de su estulticia.

el Madrid encarna con nobleza los valores de las prácticas empresariales y el deporte, mientras los otros, los de azul y escarlata, se hunden en los hervores fétidos de sus propias inmundicias

Desde el punto de vista de la gestión empresarial, que es en el que me desenvuelvo profesionalmente, el Real Madrid es paradigmático. Ha sido capaz de forjar una cultura intachable, sobre todo bajo la gestión de don Florentino Pérez. Para nadie es desconocido el peso de la marca Real Madrid, su visibilidad planetaria y el hecho (reservado a poquísimas entidades) de haberse consolidado como patrimonio cultural global. Más no se puede hacer, salvo que un buen día descubramos que existe vida inteligente en otros planetas y hacia allá tengamos que llevar de inmediato las glorias de nuestro equipo.

Mientras eso sucede, el Real Madrid sigue siendo el estándar definitivo de la excelencia. Este debería ser el punto de partida de cualquier reflexión ulterior, sobre todo a la luz de los acontecimientos recientes y las nuevas revelaciones en torno al Fútbol Club Barcelona, esa tropilla envilecida y ruin gestionada por felones a tiempo completo. Más claro ni el agua: el Madrid encarna con nobleza los valores de las prácticas empresariales y el deporte, mientras los otros, los de azul y escarlata, se hunden en los hervores fétidos de sus propias inmundicias.

Desde el punto de vista de la gestión empresarial, que es en el que me desenvuelvo profesionalmente, el Real Madrid es paradigmático. Ha sido capaz de forjar una cultura intachable, sobre todo bajo la gestión de don Florentino Pérez

Si acaso hay alguien en la sala que me interpele y diga que solo hablo de números y liderazgo y esas vainas de los empresarios de saco y corbata, le digo que miente. El Real Madrid es una empresa, pero es algo más. Es un club deportivo que debe ganar si es que quiere sobrevivir. No basta con entregar un balance general impecable al final de cada ejercicio, además es necesario que la pelotita, el dios redondo de nuestro juego, sea benévolo y acceda a entrar la mayor cantidad de veces posibles en la meta enemiga. ¿Acaso el Real Madrid no ha cumplido sobradamente también en estas faenas durante la última década? Los números están ahí y son inapelables: seis Champions en nueve años. Una locura, algo inimaginable para alguien como yo que ha tenido que atravesar junto a millones de madridistas la noche oscura del alma. En el año 2010, por poner una fecha, suponer todo esto que hoy es realidad hubiera sido mucho más que un sueño lisérgico. Mi optimismo no hubiera dado para tanto. Pero pasó, sucedió, todo es verdad. Todo.

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El Real Madrid no se cansa de estirar los límites de lo posible para que su historia sea la más dulce y precisa definición de la épica y la algarabía. No exagero si digo aquí que vivir todo esto desde el amor que le tengo al club ha cambiado mi vida, me ha enseñado a creer siempre y resistir, a luchar con nobleza, a entender los rigores de la autoexigencia, sí, pero también a reconocer que solo desde la calma reflexiva es posible superar los obstáculos que, como bien sabemos, no terminarán nunca.

Alguna vez leí una crónica periodística que viene a cuento. Durante la Revolución Mexicana, Pancho Villa arengaba a un grupo de hombres antes de entrar en combate. Un adulador de turno se acercó a abrazarlo lanzando un alarido para hacerse notar entre la tropa: “¡Qué huevos tiene, mi general!” Villa sonrió y dándole al lisonjero tres golpecitos con el dedo índice en la frente, le espetó lapidario: “Procura usar más estos, que son los que te van a mantener lejos del cementerio”. En el madridismo sigue habiendo muchos despistados que, como ese soldado zalamero, siguen confundiendo valentía con temeridad, y desconocen el valor de la prudencia y la pausa.

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Pues eso, algunos lloran en la victoria y yo les digo que no cuenten nunca conmigo. Tengo delante de mí el escudo del Real Madrid y al verlo me he dado cuenta de algo que me viene al pelo para concluir la columna de esta semana. Entre los madridistas hay quienes escogen la cruz, pero hay otros, los que han hecho de este club una orgía infinita, que preferimos la corona. Yo no sufriré jamás viendo al Madrid cada semana, incluso en sus horas bajas. “¿Por qué eres del Madrid?”, me preguntó alguna vez mi hijo. Sigo creyendo en la respuesta que le di entonces: “Porque el Madrid me hace feliz, y para mí la felicidad es un asunto muy importante”.

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