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La Galerna

·8 aprile 2025

Tardes de soledad

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Cada vez me gustan más el flamenco y la tauromaquia y menos el fútbol. En aquellos hay más verdad y en el fútbol, más mentira. Las tardes en las que pierde el Madrid son, como todas las del fútbol, tumultuarias y, sin embargo, la soledad del hincha es tan individual… Lo último, la decisión del Consejo Superior de Deportes de legitimar la trampa de Laporta con las cuentas e inscribir así a Dani Olmo en las competiciones nacionales, no hace sino subrayar la abyección general en la que vive la España pública. La adulteración del fútbol español prolongada durante décadas por parte del Barcelona y la corrupción del Comité Técnico Arbitral están siendo investigadas todavía por un juzgado: de la de esta temporada, con el cachondeo del juego limpio financiero, es evidente para todo el mundo, como tantas y tantas cosas que, sin embargo, se pasan por alto para seguir viviendo como si no ocurrieran.

Si al Madrid lo echaron de la Copa en 2016 por alinear indebidamente a Chéryshev, ¿qué habría que hacer con el actual líder de la liga y más que probable campeón, en cuya nómina hay un puñado de titulares imprescindibles para desarrollar su juego, que juegan con licencias que son un insulto a la inteligencia y al concepto de igualdad ante la norma, y que además cobran su sueldo, al parecer, en billetes del Monopoly?


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Durante años hemos tenido que aguantar la insoportable bajeza de “el Madrid, el equipo del Gobierno”. Ahora que es el Gobierno socialista de Pedro Sánchez el que interviene como Júpiter, directamente con el dedo desde las alturas olímpicas, para favorecer por enésima vez al barcelo-catalanismo, también debemos aguantar sus lloros. En su mejor tradición, en Can Barça se han apropiado también del “contra todo y contra todos” para, con el descaro que ya es tradición allí, sacar pecho de su buen hacer en una teórica inferioridad de condiciones que sólo existe en algunas mentes de ese delirante manicomio a cielo abierto que es la Cataluña moderna, una tierra con una apabullante densidad de población de sinvergüenzas y caraduras. Su proverbial habilidad para fabricar humo la están elevando hasta la categoría de arte en esta temporada: un club con cuentas ficticias en el camino de otro triplete, sujeto por el establishment para que no se caiga mientras vocea a los cuatro vientos que, como Catalunya, son el pueblo eternamente perseguido.

En un país, España, que lleva más de un siglo secuestrado políticamente por esa minoría hiperlegitimada, ni siquiera se puede alzar la voz contra ello en los medios de comunicación públicos: ¡hasta RTVE es una plataforma del PSC! Es una operación masiva de luz de gas. Nos han convencido a todos los españoles de que lo que vemos no es la realidad. De tal modo camina el país, como un sonámbulo, entretenido con fruslerías mientras los cuarenta ladrones de Alí Babá se llevan hasta la cueva.

Un club con cuentas ficticias en el camino de otro triplete, sujeto por el establishment para que no se caiga mientras vocea a los cuatro vientos que, como Catalunya, son el pueblo eternamente perseguido

A todo esto, el Real Madrid, quien debería abanderar la reacción encolerizada ante semejante tsunami de porquería que lo gobierna todo, permanece mudo. Ni está, ni se le espera, y eso que la idea que subyace bajo la trampa y falseamiento de todos los estamentos futbolísticos en España es, simple y llanamente, la del antimadridismo. En la misma semana en la que el CSD se pronunció, el palco del Bernabéu aparecía lleno de ministros de este Gobierno de progreso. ¿Qué, entonces? Nada, claro. El silencio del Madrid otorga carta de naturaleza a los insidiosos, quienes obtienen un botín doble: pasarle la mano por la cara al enemigo secular, la Bestia Antigua de las Sagradas Escrituras y, además, refocilarse de la mansedumbre con la que acepta el castigo.

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Es una situación aún peor que la previa a la explosión mourinhista. Pues lo que entonces sólo eran hipótesis, hoy son certezas. Las Copas de Europa que se han ido ganando en estos años proyectan al club hacia el infinito y lo engrandecen aún más fuera de España. Aquí, en la charca nacional, es la omisión del deber de la denuncia la que lo degrada y asoma al Madrid a un abismo.

El madridista de a pie, entre tanto, está en un calabosito oscuro, como en la seguiriya que cantaba Camarón: con la esperanza perdía de cumplir el arresto. Cumpliendo con esta mentira de liga se pasan los fines de semana, encanallados con las consecuencias de la mala planificación deportiva que se hizo en verano, patentes sobre todo en los dos laterales y en la ausencia casi total de creatividad en el medio campo. Se ha llegado a la final de Copa, lo cual es un alborozo. Pero en el horizonte, flotando sobre el Guadalquivir, a su paso por la isla de la Cartuja, está el tempor, imposible de alejar, de que aquella sea una encerrona perfecta: el ensayo general de un aquelarre político-deportivo que simule la rendición simbólica de España mediante un festejo en el que el toro sea el Madrid, los bomberos-toreros, los monaguillos de La Masía y la copa la entregue Puigdemont por Zoom.

Peores cosas tendremos que ver, todavía.

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